lunes, 14 de octubre de 2019

PLAN DE CLASES LENGUA CASTELLANA CLASE Nº 14 GRADO 8º 1,2,3,4,5,6,7


INSTITUCIÓN EDUCATIVA LICEO LA PRADERA
PLAN DE CLASES LENGUA CASTELLANA GRADOS 8º-1,2,3,4,5,6,7,
DOCENTE FREDY PADILLA BAUTISTA
FECHA………………………………………CLASE Nº 14
TEMA:   NOVELA COLOMBIANA
TIEMPO DE EJECUCIÓN: CUATRO  periodos de clases  aproximadamente.
ESTÁNDAR Determino, en las obras literarias latinoamericanas, elementos textuales que dan cuenta de sus características estéticas, históricas y sociológicas, cuando sea pertinente.
LOGRO: Reconoce en las producciones literarias como cuentos, relatos cortos, fábulas y novelas, aspectos referidos a la estructura formal del género y a la identidad cultural que recrea.
COMPETENCIAS
·         LITERARIA         Identifica las estrategias narrativas del autor para relatar su perspectiva sobre lo que ha ocurrido en una región. (DBA3)
·         Textual m   Reconstruye en sus intervenciones el sentido de los textos desde la relación existente entre la temática, los interlocutores y el contexto histórico-cultural. (DBA 7).
·         COMPETENCIA INTERPRETATIVA. Nivel literal Estructura los textos que compone, para lo cual elige entre las diferentes formas que puede asumir la expresión (narración, explicación, descripción, argumentación) y su adecuación al ámbito de uso.(DBA8)
DESEMPEÑO                                                                
Interpreta adecuadamente y pone en contexto las situaciones histórico-sociales específicas que fundamentan la gestación de la narrativa colombiana.
Investiga sobre las principales culturas prehispánicas en Colombia.
Identifica las estrategias narrativas del autor para relatar su perspectiva sobre lo que ha ocurrido en una región.
CONTENIDO
Una de las características de la novela colombiana del siglo XX es la de que la amplia mayoría de sus autores son novelistas de una sola novela. En algunos casos, como en los de José Asunción Silva, José Eustasio Rivera --en quienes la muerte prematura frustró sus carreras de novelistas—, Eduardo Zalamea Borda, Alfonso Alexander, y Pedro Gómez Valderrama, la única que dejaron fue suficiente para su consagración ante la posteridad. En otros, verbigracia Tomás Carrasquilla, Manuel Mejía Vallejo, redondean sendos muestrarios novelísticos de más de diez títulos, de los que sólo uno perdura en la memoria literaria. Y en otros más, como Gabriel García Márquez y José Antonio Lizarazo, que consiguieron construir un conjunto soberbio de novelas, ninguna de ellas es prescindible ni para el estudioso, ni para el simple aficionado a la lectura de novelas. Un cuarto ejemplo es el de José María Vargas Vila, acaso el más fecundo de los novelistas colombianos del siglo XX, sin duda el más famoso y el más discutido en las primeras tres décadas, de cuya vasta obra narrativa apenas hay dos novelas que merezcan ser leídas en la actualidad. También se da el fenómeno de excelentes novelas, (Cosme, de José Félix Fuenmayor; Ayer, nada más, de Antonio Álvarez Lleras; Mancha de aceite, de César Uribe Piedrahita; Llanura, Soledad y Viento, de Manuel González Martínez; El Despertar de los demonios, de Víctor Aragón), caídas en un olvido injusto. No sobra decir que la nueva generación de novelistas, nacida entre 1958 y 1973, y que empezó a publicar a partir de la década de los noventa, pertenece a los lectores del siglo XXI. En tal sentido, y no en el cronológico, la separamos del siglo XX.
Los primeros años
Fuego, sangre y muerte le dieron en Colombia la bienvenida al siglo XX. Esos elementos de tragedia, que habrían constituido la materia prima para generar unas cuantas novelas de primer orden –la sola figura del negro Marín, con sus hazañas legendarias y su recia personalidad, clamaba por un novelista—produjeron unos cuatro o cinco títulos de escaso merito narrativo. Claro de Luna, del célebre autor de lasReminiscencias, José María Cordovez Moure, se publicó por entregas en El Comercio de Bogotá, entre agosto y noviembre de 1902. El primer capítulo salió cuando la guerra entraba en sus estertores, y el último (el diecinueve) apareció dos días después de la firma del tratado de paz del Wisconsin. Nunca se recogió en libro. La novela, una delicada historia de amor sobre el fondo bélico de los mil días, no parece haber despertado mayor interés en los lectores del momento. Sin embargo está escrita con bello estilo y la trama es interesante, aunque Cordovez no se atreve a tocar el aspecto de la guerra sino muy de costado.
Lorenzo Marroquín y José Rivas Groot se aliaron en 1903 para escribir una novela sobre la Guerra de los Mil Días, la cual publicaron en 1907, con inusitado éxito de ventas. Pax no es tanto una novela como un zurcido de los odios de sus dos autores, sobre todo los de Marroquín, que encontró un pretexto para sacarse el clavo contra los enemigos de su padre y los suyos propios, aquellos que lo habían criticado en el pasado, y los que en el presente los acusaban a su padre (el presidente José Manuel Marroquín) y a él de ser los culpables de la pérdida del Istmo de Panamá. Pax avivó en el público, no interés por el contenido sino curiosidad por descifrar las claves de los personajes del libro y su identificación con los que en la vida real eran el objeto de la malquerencia de Marroquín y de Rivas Groot. Cosa que no resultaba difícil, pues los autores suministraron toda clase de pistas para la filiación de los personajes. Las víctimas preferidas de la insidiosa novela son tres, dos vivos y uno muerto para el momento de publicarse el libro: Rafael Uribe Uribe, don Marco Fidel Suárez y José Asunción Silva. Aparte de un ejercicio de inquina personal, Pax es una novela sosa, mal escrita, con una trama paupérrima. Don Marco Fidel Suárez le hizo la autopsia gramatical y descubrió que Pax había nacido muerta debido a que sus progenitores ignoraban el uso de las reglas elementales del idioma.
Dicen que desde el principio hasta el fin de la guerra Clímaco Soto Borda, reconocido poeta y cronista, se encerró en su habitación y se dedicó a escribir una novela bogotana, que concluyó casi al tiempo con la guerra. Sin embargo el famoso Casimiro de la Barra la guardó en un baúl por quince años. Durante ese lapso todos le rogaron que publicara su novela, que sería un acontecimiento literario. Muchos pensaban que Diana Cazadora constituiría la primera gran novela inspirada en los terribles acontecimientos de 1899 a 1902, y es verdad que Soto Borda tuvo por lo menos diez años para haber escrito un monumento novelístico. Poseía las condiciones necesarias para hacerlo: capacidad intelectual, manejo impecable del idioma, ritmo, gracia, y tenía el tema. Sin embargo Diana Cazadora resultó el parto de los montes. Es una novelita agradable, con una historia entre picaresca y trágica, abrumada por la incontrolable tendencia del autor al chispazo. Soto Borda pone el humor por encima de la novela, y si bien produce algunas carcajadas, sus personajes le resultan flojos, de la guerra no hay nada, y la novela queda anclada entre el costumbrismo y el intento fallido de producir un fresco psicológico.

ACTIVIDAD
DESARROLLA TUS COMPETENCIAS

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